MEZCLADO, NO AGITADO. THORGAL, PRIMERAS AVENTURAS
- Mario Garrido Espinosa
- 20 feb 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 2 jul 2020

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Mi primer contacto con los cómics de Thorgal, del guionista Jean Van Hamme y el dibujante Grzegorz Rosinski, fue hace muchos años, como en tantas otras ocasiones, gracias a la biblioteca de mi barrio. Allí tenían muchos números de la colección Pandora (no confundir con la marca de joyería) donde de manera imperdonablemente desordenada iban publicando las aventuras de El hijo de las Estrellas. Fíjense en el caótico orden de publicación: 10, 11, 12, 13 (segundo, tercero, cuarto y quinto tomos de la saga de El País de Qa), 15, 16, 17 (segundo, tercero y cuarto tomos de la saga del Retorno al Norte), 18 (primer tomo de la saga de Shaïgan), 1, 2 (primer y segundo tomos de la serie), 14 (primer tomo de la saga del Retorno al Norte), 19 (segundo tomo de la saga de Shaïgan), 3 (tercer tomo de la serie), 4, 5 (primer y segundo tomos de la saga de Brek Zarith), 20, 21 (tercer y cuarto tomos de la saga de Shaïgan)…
Vamos, que para cuando se publicó el primer tomo, ya habían salido ocho desperdigados, numerados a partir del 10. Inaudito, ¿verdad? Un desorden, una mezcla que se iba dejando por el camino los primeros álbumes de algunas sagas o los últimos, o primero te contaban el segundo y tercer capítulo de la saga X y tras publicar otros de otra saga, por fin te publicaban el primero de la citada saga X. Un lío que podía volver loco al lector más perfeccionista, porque, por supuesto, las sagas se continuaban y el leer (y publicar) de esta manera las aventuras de este personaje era un despropósito. De cualquier modo, a mí me encantó el cómic desde el primer instante y me fui leyendo todos los ejemplares que había en la biblioteca (unos veintitantos), intentando hilar todas las historias con la coherencia que les habría dado el haberse publicado por su orden lógico.

Afortunadamente, la misma editorial que decidió desordenar las historias para desconcierto del lector de la lengua de Cervantes, ahora ha empezado a editar la colección completa en lujosos tomos integrales; y, saltándose su norma sobre el caos de las cosas, ha decidido ordenar las aventuras por riguroso orden cronológico de creación.
Así que en mi experiencia, Thorgal, siempre fue una mezcla en dos sentidos. El primero me llegó a irritar un poco (o un mucho) y es la ya citada publicación anárquica. Pero la segunda mezcla es la que me enganchó sin remedio. Y es que descubrí un cómic, a priori de vikingos, que incluía en el mismo lote y de manera muy hábil un montón de cosas fascinantes: la magia, el misterio, la mitología, la aventura, la fantasía heroica y… la ciencia ficción. Así, podemos asistir a escenas oníricas, casi sacadas de una ópera wagneriana, como el secuestro de Aaricia, la esposa de nuestro héroe, llevada en volandas por dos águilas, como a otras escenas del más puro imaginario galáctico, como la entrada de nuestro héroe en la cámara de una nave espacial llena de las típicas cápsulas de hibernación con su extraterrestre dentro. Todo ello en el mismo álbum y sin que chirríe nada. Un prodigio.

En este artículo nos estamos centrando en los tres primeros volúmenes de la serie: “La maga traicionada”, “La isla de los mares helados” y “Los tres ancianos del país de Arán”. Después vendría la primera de las sagas del personaje, la saga de Brek Zarith; y luego treinta y tantos tomos más y subiendo… Y tres series paralelas, englobadas dentro del epígrafe “Los mundos de Thorgal”. Toda una explosión de páginas de cómic que dan la medida del éxito que ha tenido este personaje y sus allegados. Éxito merecido, sin duda.
En estas tres primeras aventuras no se llega al nivel de excelencia que tomará la serie en su parte central o el magnífico cambio de registro en el dibujo que se ha experimentado en los últimos tomos, lo que no hace mala la parte gráfica de los primeros. Pero ya desde estos inicios vamos viendo algunas de las constantes que han hecho de esta serie una de las más importantes de la historia de cómic. Veamos cuales:
Primero: La magistral mezcla de géneros ya comentada.
Segundo: Las trabajadas portadas de la serie, que son prácticamente cuadros; lienzos de una belleza indiscutible que, la mayor parte de las veces, suelen sintetizar con asombrosa exactitud lo que te vas a encontrar dentro. Algo parecido a lo que ocurría con las antiguas carátulas de las películas de los ochenta; esas que terminaban pintadas en aquellos maravillosos carteles de enorme tamaño que presidían las fachadas de los cines en el último cuarto de siglo pasado.

Tercero: La empatía con los personajes principales, Thorgal y Aaricia. Es imposible no encariñarse con ellos. Son guapos, delgados, nobles, listos, valientes, sufridos, más majos que las pesetas. Y los pobres son repudiados por los toscos Vikingos del Norte. Él, porque no está claro que sea un vikingo. Ignoran su origen (le encontraron cuando era un bebé en el mar durante una tormenta) y, además, es moreno y pacifista. No tiene nada de nórdico. Ella, que sí es vikinga y nórdica (rubia, ojos azules, delgada y esbelta, guapa hasta decir basta), a pesar de ser la hija de un rey vikingo llamado Gandalf el Loco, pierde puntos en cuanto se enamora del bicho raro ese de Thorgal. En fin, que todo son desgracias para estos chavales tan majos y el guionista, además, malvado y rencoroso, se empeña todo el rato en sembrar desgracias y hechos insólitos para mantenerlos separados y luchando por volverse a encontrar. Cosa esta última que el lector también anhela… y, por eso, no deja de leer.
Cuarto: Thorgal, a pesar de intentar siempre resolver las cosas sin violencia, no por ello deja de ser un tío resolutivo, lo que nos asegura la acción en cada historia. Y si no queda más remedio que pelear, reparte como el que más. De hecho, es un arquero que no falla nunca. Sería bueno enfrentarle en competición directa y singular con Robín Hood, a ver quién ganaba.

Quinto: La agilidad con que se lee cada volumen, con planchas de tan sólo 5 ó 6 viñetas de media y no demasiado texto.
Y sexto: Imaginación a raudales. Veamos tan sólo en estas tres primeras entregas con qué lugares o seres de leyenda nos podemos encontrar: La isla de los mares helados, la roca de los sacrificios, el castillo del lago sin fondo, el palacio de los Dominantes, la isla de los torbellinos, la guardiana de las llaves, el agua de la noche de los tiempos, etcétera. Así, la imaginación vuela. Es inevitable.

Así que por todo esto es una delicia leer las aventuras de Thorgal Aegirsson, Thorgal el Scalde, El hijo de la tormenta, Thorgal El Bastardo o El hijo de las estrellas… pues de todas estas formas puede y debe llamarse a este personaje fundamental de la historia del cómic.
Terminemos con esta frase que le dedica Slive, la pelirroja y tuerta maga traicionada, a nuestro héroe: «La verdadera fuerza se basa en la sabiduría, amigo. Acabas de aprenderlo.»
Yo añadiría más: y, también, en poner un poco de orden.
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