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Foto del escritorMario Garrido Espinosa

Notas de Campo: Profesionales del colarse

Actualizado: 13 sept 2021


A nadie le gusta hacer cola y esperar, pero vivimos en un mundo masificado que nos obliga a respetar un turno en casi todo lo que hacemos. No obstante hay gente que siempre intenta colarse. Eso de esperar no es lo suyo; es cosa de los demás, gente dócil y bien mandada, sin otro quehacer en el día que hacer cola… No como ellos, cuyo tiempo es valioso. Aunque siempre hay miembros destacados en esta disciplina de casi cualquier generación, los abuelos viene siendo el colectivo, ya sea por experiencia o por cara dura, llamado a ser el mejor referente para el estudio de este comportamiento. Últimamente he observado que se da mucho la que yo llamo “Técnica del Aquí me Pongo, Aprovecho que Parezco desvalido y Espero una Oportunidad”. TAPAPEO, si somos amigos de las siglas “cogidas con pinzas”; aunque reconozcamos que la palabreja da para inventar un nuevo verbo. Así, “tapapeoar” consiste en no ponerse nunca en el último puesto de la cola, si no por ahí, en un lugar cercano a la puerta, al descuido pero siempre al acecho.

«¿Esta cola es para todo?», podemos escuchar a un “tapapeodor”, por ejemplo, en la siempre larga y pesada hilera de una oficina de Correos. La gente que está a punto de entrar y que lleva un tiempo indecente, quizás a pleno Sol, esperando su turno, responderá casi automáticamente un «¡Pues claro! ¡Para cualquier cosa!» No piensen que el “tapapeodor” es tan ingenuo. Con su pregunta nunca está buscando una respuesta del tipo «No. Esta cola de más de treinta personas y subiendo es para realizar cualquier gestión de ahí dentro, menos justo la que viene usted a hacer, para la cual no hay que esperar cola y simplemente hay que pasar según se llega. Ya ve usted qué casualidad. Todos aquí aguantando la cola y, fíjese por donde, lo que usted sea que viene a hacer… pues no necesita espera. Llega, pasa, resuelve y se marcha tan campante. Entrar y salir. “Veni, vidi, vici”. A lo Julio César. Qué bien ha hecho en preguntar, ¿verdad?» No, ya decimos, una contestación así no es esperable. Pero el “tapapeodor” mide con esta ingenua pregunta la calidad y grado de hartazgo o cabreo de los primeros miembros de la fila, y así dirime a quien puede chulear sin posibles daños personales. Realizado este primer análisis y elegida su presa, esperará a que se abra la puerta justo cuando le toque a su elegido y hará una pregunta o dirá algo del tipo «es que sólo vengo a hacer esto, que es poca cosa… que es sólo un minuto»; «sólo voy al cajero», si es un banco; «sólo voy a ventanilla», si es un centro de salud; «sólo llevo estas dos cosas», si es en el supermercado… y así, con estas frases tan ingeniosas, colarse si le dejan.

El buen “tapapeodor”, en general abuelillos (y abuelillas, ojo, que aquí hay que ser muy paritarios), suele padecer, o simular, algo de sordera pues, mientras espera su momento de ataque, mientras merodea y, en cierta medida, se hace fuerte por los aledaños del principio de la cola, nunca se dará por aludido ante comentarios del tipo «¡Oiga, la cola está por allí!» Así, el manual oficial del “Tapapeo” es muy claro en el siguiente aspecto: Si nos vemos descubiertos por algún comentario respecto de nuestro proceder sospechoso, se aducirá con la templanza que da los muchos años vividos que se está mejor donde se está, ya sea porque hay sombra o porque se puede uno apoyar o sentar; y se pondrá cara de indefensión, de persona mayor desamparada; incluso, si se es hábil y teatrero se permite hacer algún amago de caída o conato de insolación, aunque esté nevando. Por tanto, la improvisación se admite si se es convincente. Todo vale para que el increpador (que siempre lleva razón, no nos olvidemos de este punto y caigamos en las trampas del “tapapeodor”) se quede tranquilo, se calle y, si puede ser, parezca un desalmado que no respeta a la tercera edad. Todos pensarán en ese instante que el abuelillo es mejor que se quede en su sitio actual, sin respetar aparentemente la cola, ya que, al parecer, finalmente sí tiene intención de respetar su turno; pero, evidentemente, no es así… Es, de nuevo, otra de sus tretas para mantener la posición, dejar que pase el tiempo y colarse en cuanto pueda. Veloz como el rayo. Visto y no visto. Sin dejar que se mueva un solo músculo de su cara de cemento armado.

En fin, cuando asistes a una acción “tapapeodora”, podemos actuar de dos maneras: no dejarnos (como el desalmado del ejemplo del párrafo anterior) o consentir perrunamente. Mi pareja me hizo ver el otro día, mientras presenciaba uno de estos comportamientos, que, a veces, hay que consentir, porque de lo contrario podemos perder la poca felicidad que tengamos ese día. Que no merece la pena. Y seguro que es verdad, pero fastidia. No lo vamos a negar.

Foto: viñeta de "Chicha, Tato y Clodoveo", de F. Ibáñez . Sobre el arriba firmante : https://www.amazon.es/Mario-Garrido-Espinosa/e/B01IPCIRI6 #MisNotasdeCampo


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