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Mario Garrido Espinosa.

Novelas Contemporáneas: Sobre las categorías profesionales de la informática


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Profesional de la informática, acaso te lías con este tema. No te preocupes, es normal. Como casi todo en este oficio se busca la sorpresa, la magia, el desconcierto, la rumorologia y el cambio constante. Pero no te preocupes, en la séptima historia de “Las sinergias de Marcio”, cuatro informáticos, durante el desayuno, intentan arrojar un poco de luz sobre el misterioso asunto de las categorías profesionales dentro de este oficio. Al final es como casi todo en este mundillo: “según mercado”… Pero leamos este descacharrante diálogo y, por lo menos, riamos (por no llorar). —¿Habéis visto el correo de Recursos Humanos de esta mañana? —preguntó Marcio. —¿Cuál? Miedo me da... —confesó Aitor. —El de las nuevas categorías. —¡Ah sí! Aunque lo leí por encima y no me enteré mucho; pero más o menos me lo puedo imaginar... —A ver —terció Gerardo—, que parecéis nuevos... —Bueno, yo en realidad lo soy un poco —recordó Victoriano. —Pues es verdad —reconoció el más veterano—. Entonces, joven neófito, te voy a contar toda la historia... —Al principio Dios creó los cielos y la tierra... —bromeó Aitor. —Calla —exigió el más joven—, que esto me interesa. —Gracias joven educando —agradeció con sorna Gerardo—. Al principio, básicamente, existían tres categorías en nuestro cambiante oficio: programador, analista-programador y analista. Luego estaba la gerencia y la dirección, que son cosas prácticamente inalcanzables y que poco nos importan...

—Bueno, más o menos —matizó Aitor—. Yo empecé como programador en <empresa del sector desaparecida>. Un año después me marché a <empresa del sector que cambió de nombre cuatro veces> y ahí ponía en mi nómina que era analista orgánico, que no sé qué es, pero suena a persona importante. En cualquier caso cobraba tres mil euros más y hacía lo mismo; o menos. Año y pico después entré en ADRIN como analista-programador. Y ahora no sé lo que soy porque como modifican las categorías cada cinco minutos ya paso de mirarlo... —Pues yo, más o menos, he seguido mis cambios de categoría —confesó Marcio—. Los cambios de sueldo también. La primera es una lista con muchas entradas. La segunda sólo tiene una o dos... —Y ¿cuál es esa lista de categorías? —se interesó Aitor. —Veamos: programador, ingeniero de sistemas junior, técnico de sistemas 1 2, técnico 1 3, consultor 2 1, analista funcional 2 2... —A ver, no liemos a nuestro joven condiscípulo —cortó Gerardo el inventario de categorías vacías de contenido—. Al principio había las tres categorías que te he dicho. Luego las dividieron en tres carreras distintas: las de los técnicos, las de los desarrolladores y la de los consultores. —Y a cada uno nos metieron donde les pareció, siguiendo un criterio, como decirlo... Un criterio... —Sin ningún criterio —dijo con exactitud Gerardo—. Imagínate tener que clasificar a cincuenta mil personas sin tener ni idea de a lo que se dedica cada una. Pues eso... De hecho, hubo muchos que pasaron de ser analistas-programadores a otra categoría de las más bajas de la nueva estructura. —Protestarían, ¿no? —observó Victoriano. —Claro, pero vamos, como si le hablas a una pared. Muy pocos lograron que se lo cambiaran. Como máximo consiguieron la promesa de "promocionar" al equivalente de su anterior categoría en la promoción del año siguiente... —Pero entonces promocionaron a la categoría que ya tenían un año antes —dijo sin dar crédito Victoriano—. Pero eso no tiene ningún sentido... —Estas suponiendo, joven meritorio, que aquí se cumplen las promesas... En fin, no nos perdamos en los detalles. Tres años después se inventaron un concepto llamado "escala de veteranía". A partir de entonces nos repartieron a todos en técnicos escala 1, 2 ó 3, desarrolladores escala 1, 2 ó 3 y consultores escala 1, 2 ó 3. —Por supuesto, este nuevo reparto se hizo con el mismo rigor que el anterior —precisó Marcio—. De hecho, seguro que hay alguien por ahí que en vez de tener siempre la misma categoría o promocionar, en realidad ha ido bajando de categoría con cada cambio. —Pero vamos a ver —intentó resumir Victoriano—, entonces para llegar a gerente se pasó de tener que cubrir tres categorías a tener que ser ascendido ¡nueve veces! —Exacto, joven principiante. Lo has pillado... Y así llevamos dos lustros o más.

—Con lo cual, aunque a veces, de Pascuas a Ramos, te ascienden, al final sigues más o menos en el mismo sitio... A que está bien pensado. —Marcio, no enredes con tus comentarios maliciosos y tus teorías de la conspiración —bromeó Gerardo. —Pero si es verdad... —Como un templo. Es una verdad como un templo. Pero no asustemos tan pronto a nuestro joven discípulo. —Bueno, entonces el correo de esta mañana, ¿qué es lo que nos cuenta? —preguntó Victoriano, esperando cualquier otro atropello. —Pues es el tradicional cambio de categorías que se hace cada equis tiempo para que todos sigamos en el mismo lugar. Ahora ya no van a ser tres categorías subdivididas en otras tres. Si lo he entendido bien, nuestra carrera profesional ahora va a tener cinco estados antes de llegar a la gerencia: consultor 1, consultor 2... y así hasta el consultor 5. Como veis, tampoco se han devanado los sesos buscando nombres. —Pero esto es una gran noticia. Hemos pasado de nueve categorías a sólo cinco —calculó con alegría Victoriano. —Y, joven inexperto, ¿quién te ha dicho que ya no existan las "escalas de veteranía"? —¡Cómo! Ahora tenemos que pasar por 5 categorías con sus 3 subcategorías... ¡Quince ascensos antes de ser gerente! —No... ¡Por veinte! Porque las escalas ahora han pasado a ser cuatro. La cara de estupor de los tres oyentes era apoteósica. Aquel disparate resultaba tan surrealista como para ser cierto. —Pero no os preocupéis —tranquilizó Gerardo—. Si esto, en realidad, no cambia nada. Las posibilidades de llegar a algún sitio son las mismas: ninguna. Pero ahora en vez de subirnos de categoría o escala cada tres o cuatro años, lo harás cada dos o tres... Pero vamos, seguiremos necesitando tres vidas del tipo Matusalén para llegar a la gerencia. —Bueno, pero con cada una de esas subidas va asociada una subida de sueldo, ¿no? —aventuró Victoriano. Las risas de sus tres compañeros se escucharon en toda la cafetería, aunque algunos de los que estaban por allí las confundieron con llantos.

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