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Mario Garrido Espinosa.

LAS VACACIONES DE ANTAÑO (6)

Actualizado: 17 dic 2019


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Entre las siete y las ocho de la tarde se llegaba al destino. El Seat 127 y su compañero de aventura, el Seat 600 de mis tíos, entraban victoriosos por las calles del grao de Oropesa del Mar como en un Triunfo de la antigua Roma, en loor de multitudes; bueno, quizás no tanto, aunque mi entusiasmo en aquellos instantes daba para imaginar tales alharacas.

Casi sin darnos cuenta, recorríamos la carretera junto a la Playa de la Concha y, torciendo por una calle, llegábamos al Camping Voramar. Los coches, tras la proeza realizada, resoplaban de satisfacción; y sus ocupantes también. Con una sonrisa de oreja a oreja, salíamos de cada bólido, deseosos de recomponer las distintas partes del cuerpo.

—¡Estoy hecho un cuatro! —decía alguno de los expedicionarios, estirándose en un intento de restaurar la zona lumbar.

Mientras algún hueso volvía a su sitio natural quejándose con algún chasquido de acoplamiento, revisábamos si todo en nuestro camping preferido estaba en el mismo sitio que el año pasado.

El complejo campista que nos acogería en las siguientes semanas se encontraba entre edificios de hoteles y apartamentos. Por un pasillo que dejaban estos bloques se salía y entraba del recinto. Como si fuera un lugar secreto. A la izquierda había la típica tienda de artículos de playa y pesca con su colorido característico; a la derecha podías entrar en una heladería La Jijonenca que solíamos frecuentar con la sana intención de degustar su horchata y su helado de turrón. Y, por último, justo encima de este local tan tentador, en el primer piso del edificio, había un pequeño supermercado donde se compraba, entre otras cosas, el agua embotellada que nos salvaría del infumable fluido, supuestamente potable, que salía de los grifos del pueblo; un bebedizo capaz de provocar las diarreas más salvajes.

Pero lo más importantes es que a cincuenta metros, cruzando la carretera, se desplegaba uno de los laterales de la curvada Playa de la Concha. El mar Mediterráneo levantino. Con sus olas, su arena suave y el aroma de sus bañistas a crema solar Nivea.

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