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Mario Garrido Espinosa.

Corto Maltés. El día del Tarowean.

Actualizado: 2 jul 2020


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Esta vez nos enfrentamos a la tercera aventura de Corto Maltés firmada por Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero. Por desgracia, me ha parecido la menos redonda de las tres. Veamos por qué.

Confieso que tengo una relación de amor-odio hacia este personaje creado por Hugo Pratt que, por otro lado, reconozco como uno de los fundamentales de la historia del cómic. Como otras veces he comentado, a mí los cómics me seducen, en un primer vistazo, por su dibujo. Quizás esto hace que me pierda obras maestras, pero si el dibujo no me parece bueno, si es muy simple, si hasta yo (dibujante mediocre y frustrado) podría dibujar viñetas de ese estilo si lo intentara… será raro que termine leyendo ese cómic. Hugo Pratt, a pesar de tener un estilo personalísimo, no me parece uno de los grandes dibujantes de la historia del cómic. No le metería ni entre los cien primeros. Otro tema es que su obra e influencia sea inmensa y fundamental, cosa que es indiscutible. Sobre todo en su faceta como guionista; algo, sin duda, colosal.

Dicho esto (que espero que no me aporte demasiados enemigos), he intentado leer más de un Corto del señor Pratt en mi vida. Recuerdo que “Corto Maltés en Siberia” (1974) me gustó mucho y fue, entre otros aciertos, porque el dibujo me resultó bastante superior al acostumbrado. Y esta es la clave por la que los dos anteriores títulos de los nuevos autores (“Bajo el sol de medianoche” y “Equatoria”) me gustaron bastante. Pellejero, un dibujante muy superior a Hugo Pratt, respetaba escrupulosamente el estilo tan particular del creador del personaje pero, donde este era incapaz de llegar, Pellejero resolvía desplegando sus múltiples recursos y, así, comprobé que algunas viñetas eran más del nuevo dibujante que del viejo. Y eso me gustó pues, a mi entender, esto fortalecía el conjunto. Lo embellecía más. Quitaba de un plumazo las irritantes carencias artísticas del genial creador de este aventurero.

Pero el caso es que en esta nueva entrega parece que la parte gráfica se ha descuidado hasta parecer dibujada por el peor Hugo Pratt. Hay algunas viñetas donde el entintado es de los más básico y algunas escenas de acción parecen resueltas por alguien que sólo sabe garabatear, cosa que sabemos que no es el caso. No sé si es algo premeditado por parte de Pellejero para ser aún más fiel a los originales, pero…

Por otro lado está el guion. Me da la sensación de que se han querido abarcar demasiadas cosas, metiendo personajes históricos que son poco conocidos (salvo quizás la referencia a John Barry y su inmortal creación, Peter Pan) y que aparecen esbozados, en pocas páginas, sin la profundidad necesaria para que los podamos conocer, sin saber si realmente aplican a la historia que nos están contando o sólo sirven para rellenar las suficientes páginas para dar el tamaño y presencia necesarios al volumen final. Quizás habría sido mejor meter alguno menos, pero con mayor calado.

El cómic está pensado como la aventura anterior a la primera que se publicó de Corto, “La balada del mar salado” (1967). “El día del Tarowean” (2019) justo termina dejando a Corto maniatado a una balsa de madera, abandonado a su suerte en mitad del Océano Pacífico, que como sabemos, no tiene nada de “pacífico”. Así es como comienza la primera aventura del personaje. Probablemente, éste ha sido el mayor reclamo publicitario que han esgrimido desde la editorial para vender el libro: desvelar por qué razón estaba nuestro marino maltés en tan peliaguda situación. Pero, precisamente, ahí reside el principal problema: el tener que adaptarse a ese final (o comienzo) y que no chirríe nada respecto de la historia narrada en “la balada”; y así, para intentar ser coherentes con la continuación, se mezclan historias y personajes que apenas salen unas cuantas viñetas y no vuelven a aparecer, dejando sus historias o el motivo de su aparición inconclusa, incomprensible, innecesaria… suponemos que porque aparecerán en “La balada del mar salado”, dando así sentido al conjunto, pero…

Además, el que debería ser protagonista absoluto de esta historia, Corto Maltés, parece un secundario que asoma como “metido con calzador” (o no aparece directamente) en todas esas historias que de manera tan fugaz nos van contando sin un aparente sentido.

Por otro lado, tengo que reconocer que la edición del libro es impecable, con unas primeras páginas introductorias muy bonitas, un papel de calidad y un acabado perfecto. Un libro que ennoblece cualquier estantería y que se hojea con deleite, como si fuera un tesoro, presuponiendo que quizás esta lectura nos va a llevar a una época de aventuras en los paisajes exóticos y literarios de los mares del sur, de Borneo, de Tasmania, de Papúa Nueva Guinea, de las islas paradisiacas de la Melanesia… Lugares que desde nuestro punto de vista occidental tenemos idealizados como si fueran el paraíso en la tierra. En definitiva, un objeto bonito, sin duda, pero los lectores de cómics no compramos únicamente estos libros para rellenar (y embellecer) unos cuantos metros lineales de biblioteca, ¿verdad? O, tal vez sí… y los aviesos editores, que nos tienen en sus manos, lo saben y no dudan en valerse de estas inconfesables debilidades nuestras.

En fin, a pesar de lo expuesto hasta ahora, he de reconocer que los amantes de los cómics de toda la vida estamos de enhorabuena. Con autores nuevos se están intentando resucitar con bastante calidad (o con mucha dignidad, al menos) cómics fundamentales como Astérix, Blake y Mortimer, Lucky Luke, XIII, Spirou o el Corto Maltés del que hablamos en este artículo (a pesar de que este último título sea un intento fallido, a mi entender). Y aquí tengo que recordar una vieja reivindicación mía: Ya va siendo hora de que se haga lo propio con el pilar fundamental de la BD, la línea clara y la historia del cómic en general: Tintín… por mucho que Hergé fuera capaz de levantarse de su tumba al enterarse, hecho un basilisco por faltar a sus extraños y egoístas deseos respecto de su genial creación. Según esgrimió este genio (le suponemos excéntrico, como casi todos los genios han sido en alguna medida), Tintín y sus secundarios eran proyecciones de sí mismo y sólo él, por tanto, podía imaginar y crear sus historias. En fin, a pesar de esta explicación para no hacer más cómics de Tintín, estoy seguro que la nueva aventura de este personaje, si se hiciera con la calidad y respeto debido (y conocimiento de la personalidad de Hergé), se convertiría en el libro más vendido en el planeta durante el año de su publicación. Ojalá lo veamos algún día. Aunque al decir esto, igual que lo expuesto sobre Hugo Pratt en este artículo, seguro que me gano algún que otro enemigo. En fin, la vida es riesgo…

Para no terminar con mal sabor de boca, aquí os dejo algo que dice Corto en esta nueva aventura y que resulta, a veces, del todo cierto: «Escucha, amigo. No me atrevería a discutirte qué es la realidad y qué es la ficción. Confieso que yo mismo tengo mis dudas.»

A que sí.

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