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Mario Garrido Espinosa.

Blake y Mortimer. El último Faraón

Actualizado: 2 jul 2020


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En el cómic europeo actual se trabajan, al menos, dos técnicas cuando se intenta continuar (hacer negocio, queremos decir; aunque también es bueno reconocer que no siempre es sólo eso) con algunos de los personajes clásicos o históricos de este arte. Por un lado, fallecidos o jubilados los creadores, está el continuar con la serie regular, buscando dibujantes y guionistas que intenten no ser muy distintos a los originales. Astérix, Corto Maltés y Lucky Luke, entre otros, han visto como renacían de sus cenizas en los últimos años siguiendo este método. En general, el lector entendido suele estar bastante satisfecho con la parte gráfica pero tiende a decepcionarse con los guiones, muy alejados de los creadores originales. Luego están aquellos personajes que, además de tener su serie regular (desde hace muchos años) bastante bien cubierta, además, se permiten una línea aparte donde profesionales del cómic consagrados dan su particular punto de vista del personaje, sin renunciar a su estilo. El ejemplo más claro es Spirou, cuyos álbumes titulados “Una aventura de Spirou por…”, ya han superado los diez volúmenes y subiendo. Muchos opinamos que algunos de los mejores títulos del personaje, como son los casos firmados por Emile Bravo o Yann y Schwartz, pertenecen a esta serie; dicho sea esto sin querer ofender (ni olvidar) al maestro Franquin y a su inmenso legado.

En el caso de Blake y Mortimer, los personajes más importantes que la “línea clara” ha dado (por supuesto, después de Tintín) y que en su día creó el discípulo de Hergé, Edgar. P. Jacob, se ha visto recompensado en la continuación de su serie regular con obras realmente buenas (por ejemplo “El caso Francis Blake” de T. Benoit y J. Van Hamme o “La maquinación Voronov” de Y. sente y A. Juillard), aunque es verdad que algunos otros títulos han bajado la media. Pero hay que reconocer que la serie está en plena forma y sigue sacando a las librerías historias todos los años, a priori, interesantes y atractivas. Pero ahora parece que también van a ir por la otra línea, esto es, aventuras de los mismos personajes, pero bajo el estilo de según qué autores consagrados. Así, nos encontramos ante este “El último faraón”, firmado por François Schuiten, el dibujante conocido por la monumental serie (nunca mejor dicho) “Las ciudades oscuras”. Del guion se han encargado el director de cine Jaco van Dormael (“Mr. Nobody”, “El Octavo Día”, “El Nuevo Testamento”) y el escritor Thomas Gunzig. Siguiendo el estilo de Spirou, el libro deja claro en su portada y lomo, antes incluso de poner el título, que es “Una aventura de Blake y Mortimer, según los personajes de Edgar P. Jacobs”. Dicho de otro modo: esto no es la serie regular, así que el lector no se va a encontrar con las habituales viñetas de primorosa “línea clara”, donde cada plancha tiene diez, doce o más viñetas y los bocadillos cuadrados están llenos de texto prolijos y literarios. No, aquí se impone el estilo del dibujante “invitado”… Y, ciertamente, es muy distinto. Al principio choca, acostumbrados como estamos a la serie regular. Ahora las viñetas son muy grandes y el texto escaso, con la letra grande. Y el dibujo, lejos de estar formado por líneas perfectamente delimitadas (“la línea clara”) y colores más o menos planos, es más de un estilo que nos recuerda a los grabados antiguos, lleno de líneas paralelas y matices de color. Por supuesto, las ilustraciones de Schuiten son impresionantes y a partir de las primeras diez páginas ya te tiene hechizado con el detalle con que está trabajada cada viñeta, por muy distinta que sea de la “claridad” acostumbrada con estos personajes.

En cuanto al guion, el planteamiento es el de una aventura de tintes crepusculares, como si fuera la última de estos dos héroes (de hecho, para su dibujante sí que es la última, ya que se retira con este título). A Blake y Mortimer ya se les ve con muchos años, aunque iguales energías. Mortimer se conserva bastante bien, pero Blake ya tiene el pelo y el bigotillo blanco. Y parece que ya no se ven tanto, porque su relación resulta muy distante, casi profesional. Aunque siempre han sido un par de ingleses flemáticos y correctísimos, uno presupone que a estas alturas, ya tan abueletes, después de haber pasado por tantas cosas juntos, deberían ser el uno para el otro prácticamente como hermanos. Pero no. La relación es fría. De hecho, hay una viñeta donde Blake suelta la clásica coletilla “old chap” para dirigirse a su amigo y resulta muy forzada, dicha casi sin sentimiento. Por cierto, no recuerdo haber leído la otra coletilla imprescindible del antaño rubio capitán jefe del M.I. 5: “By Jove!”. Será que el bueno de Francis ya está muy mayor para exclamaciones mitológicas, supongo.

Por supuesto, como tantas veces, de lo que se trata es de salvar al mundo. En este caso, de las entrañas del mastodóntico edificio del Palacio de Justicia de Bruselas, una energía de origen “faraónico” amenaza con terminar con la humanidad. El planteamiento, sin ser muy original, es adecuado a los personajes y, sobre todo, al dibujante, que nos regala planchas llenas de una Bruselas fascinante y fantasmagórica, pero reconocible para todo aquel que conozca la ciudad. El problema, quizás, es que en esencia la trama gira en torno a algo muy visto ya: Hay una amenaza mundial y se plantean dos formas de resolver el problema: la científica que requiere tiempo, estudio y paciencia y la militar que consiste en lanzar rápidamente unos cuantos misiles sobre el asunto. Mortimer intenta resolver la crisis de la primera forma y Blake, que ya es coronel, intenta hacer ganar tiempo a su amigo, retrasando el lanzamiento de los misiles. Y aquí nos encontramos con una serie de “moderneces“ que a mí me han rechinado bastante. La que más es que aparezca acepciones del tipo “ingeniero informático” o “Servidores” (informáticos, se entiende). Lo siento mucho, pero “Informática” y “Blake y Mortimer” no “caben en el mismo costal”, que diría el poeta; pero igual es un defecto mío, dada mi relación laboral con esta ingrata disciplina. No me hagan mucho caso.

Por poner algún defecto más (el libro me ha parecido una gran lectura, no se crean, pero nada es perfecto), vemos como el viejete Mortimer las pasa canutas para moverse por la derruida y peligrosa Bruselas, así como por un Palacio de Justicia laberíntico y lleno de trampas y misterios. Sin embargo, de repente, aparecen personajes casi por arte de magia sin que parezca que les costara nada llegar hasta allí. Pero bueno, este recurso lo hemos visto muchas veces en otras historias parecidas en cine y literatura. Así que lo perdonamos.

Pero hay otra cosa que causa extrañeza en el estudioso de las historias de estos dos ingleses: no sale el sempiterno villano de la serie, el Moriarty de nuestros héroes, la némesis que le da sentido: Olrik. Seguramente no es el primer álbum que prescinde de él, pero tratándose de una aventura crepuscular, parece que se echa en falta su presencia, aunque sólo se le mencionara en alguna conversación. No sé, hubiera sido bonito un final épico donde formando equipo con sus dos archienemigos, hiciera por fin el bien a la Humanidad, quizás sacrificando su propia vida. Pero, a lo mejor, estoy dejando volar demasiado mi imaginación de escritor… Bueno, no perdamos esta inercia y sigamos imaginando: ¿Quién sabe?, quizás esta tendencia de “una aventura de Blake y Mortimes por…” siga adelante y en unos años veamos un nuevo álbum firmado Por Yann y Schwartz, o por Guarnido, o por Zidrou, o por Nury, o por Dorison, o por Meyer… o por Jam, ya puestos. Estaría muy bien, ¿verdad?

Para terminar, releamos este diálogo de la página 27 entre los dos viejos amigos (más “viejos amigos” que nunca) y que resume en parte toda la trama del libro: Blake comenta: «Todos están alarmados por la situación: La ONU, La OTAN, los rusos, los chinos… y quieren solucionarlo cuanto antes sea como sea.» A lo que responde Mortimer: «Nada más aterrador que lo desconocido. Nada más peligroso que la ignorancia.»

Pues eso.

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