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Maravillas del mundo a tu alcance

  • Foto del escritor: Mario Garrido Espinosa
    Mario Garrido Espinosa
  • 22 jun 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 26 may

Grabado antiguo del Coloso de Rodas

El coloso de Rodas, una de las siete maravillas del mundo antiguo, debió de ser un mamotreto impresionante. Me imagino a nuestros antepasados paseando por la ciudad griega, buscando con la mirada la silueta de la estatua gigante desde cada una de sus calles o plazas. Exactamente igual que le pasa al turista moderno cuando visita París. Sin remedio, estés donde estés, buscas la Torre Eiffel como si fuera un imán. O si andas por los alrededores del Cervino, en Los Alpes suizos, da igual la ruta que recorras, siempre buscarás la silueta de la montaña piramidal. Ahora el común de los mortales, esté donde esté, también siempre anda buscando una cosa: el móvil. Si no lo tiene consigo, lo buscará con la misma impaciencia con la que el viajero necesita avistar las preciosas cúpulas coloreadas de San Basilio cuando llega a la Plaza Roja de Moscú. Pero esto del dichoso teléfono no es lo mismo. Lo de los monumentos, naturales o no, es una especie de necesidad de contemplar la belleza, lo asombroso, lo grandioso, lo imposible… tal y como debió ocurrir con el Coloso de Rodas en su día. O con cualquiera de las otras seis maravillas que enumeró Herodoto; por no hablar de las que se debió dejar en el tintero, porque no debemos olvidar que el historiador se circunscribió a los límites de Partia por un lado y a la orilla del Atlántico por el otro; cualquiera se atrevía a ir más allá en los tiempos en que La Tierra era plana. Está disculpado. Pero volviendo a esa otra cosa plana (cada vez más, por cierto), esto es, el móvil y la relación humana con el mismo, debemos reconocer que es una especie de esclavitud consentida. En fin, tendremos que buscarnos nuestro propio coloso allá donde estemos. Yo, por mi parte, como vivo en el sur de Madrid, cuando la ocasión lo permite, busco el edificio del Hospital General de la Defensa, el Gómez Ulla, que, colosal como es, sobresale cual faro entre el mar de edificios bajos del distrito de Carabanchel. Lo contemplo en su enormidad, a falta de pirámide de Keops o Estatua de la Libertad que echarme a los ojos y, si puedo, me olvido del móvil, que es pequeñajo e insolente. Y, escrito esto, si me permiten, voy a consultar el correo... Por supuesto, desde el móvil.

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