El coloso de Rodas, una de las 7 maravillas del mundo antiguo, debió ser un mamotreto impresionante. Me imagino a nuestros antepasados paseando por la ciudad, buscando la estatua gigante con la mirada en cada una de sus calles. Exactamente igual que le pasa al turista moderno cuando visita París. Sin remedio, estés donde estés, buscas la Torre Eiffel como si fuera un imán. O si andas por los alrededores del Cervino, en Los Alpes suizos, da igual la ruta que recorras, siempre buscarás la silueta de la montaña piramidal. Ahora el común de los mortales, esté donde esté, también siempre anda buscando una cosa: el móvil. Si no lo tiene consigo, lo buscará con la misma impaciencia con la que el viajero necesita avistar las preciosas cúpulas coloreadas de San Basilio cuando llega a la Plaza Roja de Moscú. Pero esto del dichoso teléfono no es lo mismo; lo de los monumentos, naturales o no, es una especie de necesidad de contemplar la belleza, lo asombroso, lo colosal, tal y como debió ser el Coloso de Rodas. Lo del móvil es más bien una especie de esclavitud consentida. En fin, tendremos que buscarnos nuestro propio coloso allá donde estemos. Yo, como vivo en el sur de Madrid, cuando la ocasión lo permite, busco el edificio del Hospital General de la Defensa, el Gómez Ulla, que, colosal como es, sobresale cual faro entre el mar de edificios bajos del distrito de Carabanchel. Lo contemplo en su enormidad, a falta de pirámide de Keops o Estatua de la Libertad que echarme a los ojos y, si puedo, me olvido del móvil, que es pequeñajo e impertinente. Y, escrito esto, si me permiten, voy a consultar el correo... Por supuesto, desde el móvil. Para saber más del arriba firmante : https://www.amazon.es/Mario-Garrido-Espinosa/e/B01IPCIRI6 #MisNotasdeCampo
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