—¿Tú te acuerdas de cuando la guerra?
—Pues claro, no me voy a acordar...
—Si tenías cinco años na'mas.
—Anda ya, ni que tú fueras Matusalén.
—Pues no le ando muy de lejos…
—Si nos sacamos solo dos o tres años.
—Te recuerdo que al mes que viene cumplo los noventa.
—Pues eso. Yo ya calzo los ochenta y ocho… y subiendo.
—¿Pero te acuerdas o no?
—Tú verás…
—Pues yo sí me acuerdo.
—Que sí, que yo también me acuerdo, joder. Que los nacionales tenían en el barranco Valdivia un depósito de munición e íbamos pa'llí con el Chavo, con la Bragasucia y el hermano del Tolai, que era un cabrón; y con el resto de la pandilla, a colarnos y pillar casquillos...
—Joder casquillos... Y balas; y granadas de piña si encontrábamos... Lo que fuera.
—¡Qué brutos éramos!
—Que va... Cosas de chavales.
—¿Te acuerdas cuando el Chato dijo de hacer una hoguera y echar todo lo que pillamos al fuego?
—¡Que sí me acuerdo! Menudo zambombazo pegó aquello. En el pueblo pensaron que atacaba la aviación.
—Joe, lo que nos reímos.
—¡Qué brutos éramos!
—Y menos mal que salimos corriendo y saltamos el muro del cementerio.
—Quedó arrasaó.
—Después de la guerra hubo que tirarlo y construir otro.
—Y, de paso, aumentar el cementerio…
—Sí. Y menos mal que no nos pasó'na.
—Joder que no... Acuérdate del Tostaó, y del Tuerto... Y del Medio Cráneo.
—No hombre, ese es que nació así. Más feo que un botijo, el pobre... Y con los años empeoró.
—¿Y los otros dos?
—Esos sí. Les pilló de lleno la explosión. Les tuvimos que cambiar el mote y todo.
—Tú verás…
—Bah, cosas de chiquillos...
—¡Qué brutos éramos!
—Y lo que nos reímos...
—Pues eso.
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