Hay defensas numantinas todos los días. Veamos dos ejemplos que he presenciado últimamente: 1) Andando por una calle estrecha, de pronto, salió una señora de un portal a toda prisa y chocamos. Tras disculparnos, los dos perretes (del tamaño de un conejillo) que con correa acompañaban a la mujer se pusieron a ladrar como fieras ante ese ataque al líder de su manada. Yo intenté calmar su justa irá con buenas palabras y un amago de caricia, pero estos insistieron en sus protestas caninas, reculando, eso sí, porque una cosa es ser perro ladrador y otra no ser precavido ante un enemigo que te supera en peso quince veces y no parece asustarse. Pero una cosa no quita la otra y ahí queda el gesto heroico. 2) En la piscina, un señor forzudo y barbado agarró a una mujer de su edad (suponemos su contraria) con la intención de tirarla al agua. Ella se resistía entre risas y los acompañantes animaban el desenlace con gritos y alharacas. De repente, salió una niña de pocos años y pocos centímetros de estatura que, como gato panza arriba, agarró por una rodilla a la mujer (suponemos su madre) y tiró de ella en un intento inútil de evitar la zambullida. La niña terminó soltando, la mujer acabó en el agua, y el hombre también, que se tiró con ella... Pero ahí queda el acto heroico de la niña. Así somos los seres vivos que vivimos, valga la redundancia, en sociedad: numantinos. Otra cosa es que, como en tiempos de Roma, sirva para algo... Pero, ¿se habría tirado el padre con la madre si la niña no se hubiera soltado? Claro que no... Y es que a veces no basta con ser numantino, también hay que ser constate; incluso pesado. Foto: "El último día de Numancia", de Ramón Martí Alsina . Para saber más del arriba firmante : https://www.amazon.es/Mario-Garrido-Espinosa/e/B01IPCIRI6 #MisNotasdeCampo
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