Hits de carretera
- Mario Garrido Espinosa
- 22 jun 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 25 may

En estos tiempos de Spotify, MP3 y otras modas o tendencias a la hora de escuchar música, el viajero de lo profundo e inquietante puede encontrarse con algún recóndito bar de carretera con un muestrario de CDs (si fueran cintas de cassette entonces, me temo, sería otra cosa: un viajero del tiempo, por ejemplo) que resulta extemporáneo a la par que fascinante. En general, en esas vitrinas cerradas con candado para evitar el robo de tan preciado tesoro, nos podemos topar con recopilatorios de lo mejor de algún artista de antaño, pupurris bizarros de géneros musicales populares o LPs de grupos y solistas absolutamente desconocidos. Me pregunto: ¿Esto tiene mercado? ¿Alguien compra? Imaginemos la situación: Un conductor o conductora estaciona en el único bar en kilómetros porque necesita evacuar (el qué, es irrelevante). Pide un café y corre al baño. Cuando sale aliviado, con cara de felicidad, el destino le depara otra alegría. Junto a su café hay una vitrina de CDs algo decolorados pero que a pesar de su anacronismo son un imán para quien sabe distinguir lo exclusivo, lo especial, lo sublime. Entonces, loco (o loca) de gozo, revisa las llamativas carátulas, ausentes del más mínimo diseño, gusto y decoro (en esto reside la magia de su atracción, supongo) y descubre un gran número de incunables musicales. Pongamos tres ejemplos para no perdernos entre tanto talento: "Maestros del arte flamenco", "A bailar sevillanas" o "El Cabrero, fiebre de fandangos". El sujeto (o sujeta), sin pestañear, en un acto reflejo, casi instintivo, saca veinte euros de la cartera y pide que le extraigan de la vitrina prisión esos tres hits irresistibles. Luego, tembloroso por la emoción, con impaciencia mal disimulada, apura su café. Ya en el coche, desprecinta al Cabrero, por ejemplo, y... pero el Destino, caprichoso y cruel, gusta de jugar con la suerte de los hombres (y mujeres, por supuesto) y, así, en su automóvil ultra moderno, con todos los adelantos posibles, no existe ningún reproductor de CDs. Ranuras de USB hay repartidas por cualquier sitio unas ocho o diez, pero eso otro tan anticuado que servía para hacer funcionar los compacts disc, pues no hay. Mala suerte. Los dulces y armoniosos sonidos de estos tres prodigiosos recopilatorios tendrán que esperar a ser escuchados en otro momento y lugar menos moderno. De momento, acaban, tal vez para siempre, en una oscura guantera donde conocerán las heladas del invierno y los rigores del verano. Porque guantera sí que tiene el coche. Y bien grande.
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