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Mario Garrido Espinosa.

Libros de Aventuras: El Árbol Princesa


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De pequeño, en edad escolar, ya empecé a escribir cosas… Pero de forma no obligada y ya como afición, como divertimento, debió ser entorno a los 18 ó 20 años. En concreto escribí una novela corta, “el alumno profesor”, que fue más un ejercicio de entrenamiento que algo que mereciera la pena leerse. Pero me sirvió para aprender, para coger cintura, hábito de escritura.

Después ocurrió una cosa que considero que es el detonante que propició que tomara como hobby el escribir. En la biblioteca de mi barrio de Madrid encontré un libro que te desvelaba las técnicas que habían seguido algunos escritores de best sellers para escribir sus obras más emblemáticas: “El Padrino” de Mario Puzo, “Los pilares de la Tierra” de Ken Follet y “Parque Jurásico” de Michael Crichton, entre otros. Aquel libro me abrió los ojos y lo estudie de cabo a rabo… Fue entonces cuando se me ocurrió toda la trama de mi novela “El Reino de los Malditos”. Planifiqué toda la historia siguiendo en la medida de lo posible lo aprendido en el libro de los best seller que os he referido. Hice mil cambios en la estructura hasta que me sentí satisfecho; y no me puse límites, aunque no sabía si sería capaz de escribir según qué cosas, como la canción del “Árbol Princesa”, que es un largo cuento infantil de temática oriental que de vez en cuando va desgranándose a lo largo del libro y que sirve de contrapunto a la violencia de la historia principal; pero que está escrito en verso siguiendo en parte las matemáticas reglas de la poesía del siglo de oro: misma estrofa, misma rima, mismo estribillo… sólo me permití una licencia con la métrica.

Así empieza:

En un reino oriental,

un obscuro día fatal,

bien claro se escuchaba

en un palacio suntuoso

con pasillos sinuosos

que una princesa lloraba.

Su tez de color rosa

ya no era tan hermosa.

Sus lágrimas escapaban

entre alfombras de colores

y tras perfumes y vapores

una princesa lloraba.

El palacio entristeció,

todo era gris, sin color.

El rey se preocupaba:

—¡La heredera mimada

de qué está apenada!

Y la princesa lloraba.

Trajeron mil objetos de oro,

pero no cesó su lloro.

La Reina se preocupaba:

—¡Qué era lo que ocurría

que tan triste parecía!

Y la princesa lloraba.

El Rey, para no ir a peores,

trajo los dos médicos mejores.

Fueron recibidos cuando llegaban

Nopal de Polandía

y Sipol de Palandía.

Y la princesa lloraba.

Los médicos aplicaron

su ciencia, que demostraron,

pero solución no hallaban.

Fracasos consiguieron

y fracasados se fueron.

Y la princesa lloraba.

Bellos y gentiles vinieron

mil príncipes solteros.

Más decían que la amaban

y arrodillados la aclamaban,

pero ella los rechazaba.

Y la princesa lloraba.

Mil bufones con el Reino fueron a dar,

los más graciosos de cualquier lugar.

Con sus chanzas la atención llamaban.

Ver reír a la princesa querían

pero ella ni siquiera sonreía.

Y la princesa lloraba.

Mil encumbrados magos

llegaron al oír el estrago

y aunque estos miraban

en sus libros de pociones

no hallaron soluciones.

Y la princesa lloraba.

El buen Rey, desesperado,

buscó algún santo aliado.

Mandó a que lo encontrara

de sus soldados el mejor,

el cuál presto marchó.

Y la princesa lloraba.

El soldado mil sendas caminó,

en lo alto de mil colinas oteó.

Por un santo preguntaba

y en ningún lugar lo halló

hasta que al lago Nop llegó.

Y la princesa lloraba.

Allí encontró a un maestro:

El Buda, Gotama el Diestro.

El soldado le relataba

la historia ya cantada

y Gotama serio le escuchaba.

Y la princesa lloraba.

Hacia el Reino partieron

tan pronto como pudieron.

Cuando al palacio llegaban

encontraron al Rey como ido,

por el dolor envejecido.

Y la princesa lloraba.

El soldado a su Rey saludó

pero el Rey sólo a Gotama vio.

Pensó que la solución llegaba

y pronto rejuveneció.

A todo el palacio avisó.

Y la princesa lloraba.

Gotama con la princesa se enclaustró,

encerrado en una cerrada habitación.

Cuando el quinto día el Sol alumbraba

salió el hombre santo de allí

y al Rey y la Reina habló así:

Y la princesa lloraba.

—No os preocupéis

pues pronto sabréis

la razón de tanta lágrima derramada:

la bondad de vuestra hija es grande

y en algo bello habrá de transformarse.

Y la princesa lloraba.

Gotama marchó.

El Rey enfureció.

Con palabras extrañas hablaba

el santo, que nada aclaraban.

Acaso se burlaba.

Y la princesa lloraba.

¿Queréis saber por qué “la princesa lloraba”? Bien, todavía quedan cientos de versos donde la magia y la fantasía se desatan como corresponde a un cuento de este tipo. ¿Queréis seguir leyendo? Pues podéis adquirir el libro, si os apetece, en formato papel o ebook pinchando en estos enlaces… Seguro que os gusta :-)

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