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Mario Garrido Espinosa.

Pastorcillos marianos


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MIÉRCOLES 26 DE ABRIL DE 2000. Fátima. Portugal.

Nuestro guía nos condujo entre un mar de tiendas con motivos de la virgen hasta el museo de cera.

—¡Qué cara de neardenthales que tiene estos niños! —dije, al ver las figuras de cera de los pastorcillos.

—La verdad es que no parecen reales. El caso es que las demás figuras están conseguidas.

—Fíjate en esta escena... Se titula “Niños en la Sierra” pero parece más un fotograma de la película “‘En busca del Fuego” —exageré, aunque no mucho.

Poco a poco, los montajes del museo y los carteles nos dieron la información suficiente para enterarnos de la bonita leyenda mariana que da sentido a este lugar: resulta que a los tres pastorcitos se les apareció un ángel en 1916 y les dijo que se pusieran a rezar por la paz del mundo, que entre los tres lo podían conseguir. No lo debieron de hacer muy bien si nos ponemos a enumerar las guerras que han protagonizado todo el siglo XX. Pero ellos lo intentaron y, como recompensa, dos años después se les apareció la virgen. Una de las niñas, Lucía, un poco mosqueada de tantas cosas raras, se chiva a sus padres. La madre le riñe y supongo que clama al cielo por enésima vez preguntando a quién habrá salido la niña con esa cara prehistórica... «Y encima ahora se inventa cosas», debemos conjeturar que dijo en voz alta la pobre mujer después. El 13 de junio los niños se llevan a sesenta personas detrás para que vean a la virgen. La madre de Jesús, puntual, se aparece y, tal vez un poco molesta con tanta verbena, les dice a Francisco y Jacinta, los otros dos pastorcillos, que en breve se los va a llevar al cielo. Dicho de otro modo, la virgen de Fátima no se anda con chiquitas y a la mínima te barre de la faz de la Tierra, y eso que estos dos pobres no se habían chivado de nada. Después de este escalofriante suceso, la virgen toma por costumbre aparecerse todos los 13 de cada mes, que es, como sabemos, un día de ninguna superstición. Como a la que fue concebida de manera inmaculada no le gusta repetirse, adorna cada aparición con pirotecnias extraordinarias de su repertorio: visiones del Infierno, una nube que descienden sobre la carrasca, un globo luminoso, el mismo Sol girando sobre sí mismo y precipitándose sobre el suelo o cualquier otra cosa que nos queramos inventar siempre que observemos el máximo disparate en sus detalles. En una de estas Lucía exige a la virgen que cure a los enfermos; la esposa de san José, cubriéndose las espaldas, dice: «A algunos curaré; a otros no», que es una respuesta muy sabía y lapidaria, propia de la virgen María, que se las sabe todas y es muy difícil pillarla en un renuncio. Si hacemos recuento de curas y fallecimientos entre los enfermos hay que reconocer que María fue exacta en su comentario. En otra la virgen recomienda que se construya una capilla y que así la Iglesia de Pedro —el santo de la mitología cristiana, no mi compañero de viaje— se pueda enriquecer con el inmenso negocio que, bien gestionado, supone todo el jolgorio este de las apariciones —bueno, creo que esto último no lo dijo exactamente así, pero tenemos que saber leer entre líneas si queremos llegar al meollo de la historia—. Pasa el tiempo y como la virgen es cumplidora les quita la vida a los dos niños que estaban sentenciados. Antes de la ejecución se le aparece a Jacinta y ésta le cuenta a Lucía el comunicado de la virgen: «Me ha dicho que voy para Lisboa para otro hospital, que no vuelvo a verte, ni tampoco a mis padres y después de sufrir mucho moriré solita», que como puede comprobar el incrédulo lector son palabras de mucho consuelo y que uno espera escuchar a la virgen María.

Tras esta bonita y ejemplar historia solo podemos prever el triste ocaso de todo este folclore. Como sigamos escolarizando a nuestros hijos con tanta insistencia y sigamos empeñados en enseñarles a leer, escribir, sumar y restar, al final terminará por no haber ninguna aparición mariana más. Una pena, pues se perderá toda esta bella literatura de fantasía y drama desatado.

Fragmento de "El viaje a Portugal", uno de los 5 relatos de viajes

que componen el libro "Los viajes del cambio de siglo"

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