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Mario Garrido Espinosa.

Los Dalton, de Jesús Alonso Iglesias y Olivier Visonneau

Actualizado: 23 jul 2020


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Los hermanos Dalton son quizás el grupo “familiar” de forajidos del Oeste más famoso de la historia, con permiso de los hermanos James (Jessy y Frank) o los hemanos Younger (Cole, Jim, John y Bob); pero lo que no todo el mundo sabe es que fueron “reales”, no un producto de la genial imaginación de Morris y Goscinny. Efectivamente, estos cuatro hermanos existieron más allá de ser los principales enemigos de Lucky Luke. En el imaginario del cowboy más rápido que su sombra se llamaban Joe, Jack, William y Averell; pero los reales eran Bob, Emmett, Frank y Grattan. Como bien sabe todo buen conocedor de este cómic legendario (yo sólo soy un humilde aprendiz), los Dalton “reales” aparecieron en una de las primeras aventuras de Lucky Luke, “Fuera de la ley” (1952), pero murieron al finalizar la historia. El caso es que Morris, al parecer por el clamor de sus lectores, los resucitó en la forma en que los conocemos tradicionalmente, siendo, en realidad, los primos de los auténticos. Esto, como tantas otras anécdotas, ya forma parte de la historia del cómic.

Volviendo a los Dalton “históricos”, antes de dedicarse a asaltar ferrocarriles y bancos, fueron (todos menos uno) servidores de la ley, pero la corrupción reinante en aquellos tiempos terminó por convertir a estos “honrados” hermanos en otra cosa, formando la banda de los Dalton, junto a otros delincuentes y asesinos como el sádico Charley Bryant, alias Blackface. Estas y otras historias son las que nos devela el magnífico díptico “Los Dalton”, de Jesús Alonso Iglesias y Olivier Visonneau. Una lectura imprescindible para todos aquellos que nos gusta el western más clásico, sucio y realista.

La historia se desarrolla a lo largo de cinco años, dando saltos en el tiempo para ir a los pasajes más destacados de la biografía de los hermanos, más o menos novelada para la ocasión. Como si fuera una película de Martin Scorsese, los episodios se cuentan rápidamente, en pocas páginas en este caso, sin dejar que el lector termine de asimilar toda la información, con la intención de que vaya acumulando secuencias en su cabeza para que llegue a tener una visión general de los hechos, repleta de información, que le haga intuir lo que casi seguro que va a suceder al final de la historia. Así, vamos viendo la evolución de los personajes desde la legalidad hasta pasarse al otro lado. Desde la inocencia de alguno de ellos a su dureza final. A veces parece que asistimos, en versión viñetas, a un western de tantos que hemos visto en el cine, sólo que aquí podemos pararnos en cada “fotograma” (viñeta, en realidad) para ver la estudiada puesta en escena, las expresiones de las caras, la acción… y los disparos, su trayectoria y consecuencias.

Mención destacada merecen también los personajes femeninos, encarnados por las parejas de Ammet y Bob, ya que la trama no se limita a narrar la transformación de los hermanos y sus aventuras, delictivas o no. También se preocupa de “humanizarlos”, dándoles una vida paralela que, en realidad, es la que desearían tener siendo honrados. El amor por estas mujeres parece el único escape que les queda para intentar volver al buen camino. Aquí es donde se ve el empeño del guionista en hacernos ver que leemos una historia real (o casi); no una historia del Oeste de tantas.

En una de las planchas más premonitorias de la primera parte podemos leer una conversación que ocurre antes de que Bob Dalton se convierta definitivamente en forajido. «El diablo está en cada uno de nosotros, Bob», presagia un abuelo con muy buen tino. Con ejemplos como éste nos damos cuenta de que estamos ante un cómic adulto y serio, muy alejado de las aventuras de sus “semejantes” en el paródico mundo de Lucky Luke. Aunque hay algunos guiños a este último, como cuando la eterna novia de Ammet le dice «podrías cambiar el cigarrillo por una brizna de hierba. Es agradable mascar una dulce ramita.» Ya sabemos que un buen día de 1983 el señor Luke cambió su eterno cigarrillo por la “ramita” de todos sus últimos álbumes. Hace tanto tiempo de ello ya que suponemos que los pulmones del cowboy solitario ya estarán totalmente desintoxicados.

En resumen, aunque la sombra de los hermanos Dalton de Morris y Goscinny es alargada (sobre todo la del larguirucho Averell), y resulta complicado no tenerlos en la cabeza, al menos al principio, este cuidado trabajo de Olivier Visonneau y Jesús Alonso Iglesias deja un inmejorable sabor de boca a cualquier amante del buen cómic, en este caso, histórico (o libremente histórico).

Y, por supuesto, cómo no recordar el comienzo de “Grupo Salvaje” de Sam Peckinpah al inicio y al final de esta aventura de más de cien páginas, donde los protagonistas de ambas historias, tras atracar un banco, escapan a sangre y fuego del pueblo, acosados por los disparos de las decenas de rifles de los vecinos. Puro western. Y mucho me temo que no será la única referencia cinematográfica que verá el buen aficionado a este género fundamental en esta obra... Como dijo el sabio, “a quien no le gusta el western, no le gusta el cine”… ni el cómic, podríamos añadir.

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