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Qué puedo decir yo sobre El Siglo de Oro, después de haber situado las 500 páginas de mi novela más querida (y más complicada), “El Reino de los Malditos”, en esa época llena de miserias y aventuras. Por supuesto, es un periodo histórico que me fascina y, por eso, ha sido una delicia sumergirse en las 145 páginas de este cómic enorme en todos los sentidos, no sólo en su tamaño y formato editorial. Y es que estamos ante un producto que podríamos tildar de “obra maestra”, de “obra de arte”; así, sin despeinarnos. Estas expresiones se suelen utilizar para hablar de cualquier arte: cine, literatura, pintura, escultura, arquitectura… hasta del ganchillo podemos escucharlo (con justicia, por cierto); pero rara vez lo oirás en el mundo del cómic, cuando, al menos en el apartado gráfico, muchas de las obras de esta disciplina superan en maestría, ejecución y “arte” a la mayor parte de las piezas que “perpetran” los pintores actuales (por supuesto, no hablo de todos; unos pocos son buenísimos, como, por ejemplo, el maestro Antonio López o el asombroso “pintor de batallas” Augusto Ferrer-Dalmau), parapetados en eso que se viene llamando “arte moderno” y en lo que, al parecer, todo vale y todo es arte. Me gustaría escuchar la opinión sobre este tema de Velázquez, de Van Eyck, de Goya, de Rafael, de Van Gogh, de David… o de Tamara de Lempicka, por decir un caso “moderno”, con un estilo propio, pero en el que se ve que hay “arte”, “técnica” y, sobre todo, mucho talento. Nada que ver con los numerosos casos de pintores “modernos” a los que me refiero y que todo el mundo conoce, si no de nombre por lo menos de haber visto alguna de sus obras y haber sentido sonrojo y sorpresa; a veces, acompañando nuestro asombro con la exclamación «¡será sinvergüenza!» en la mente. En mi modesto modo de ver, los cuadros de este “arte moderno” resultan de una dificultad mínima si lo comparamos con algunas planchas dibujadas por Bilal, Hermann, Manara, Munuera, Pellejero, Gibrat, Miralles, Adamov, Marini y mil más. Y sólo hablo de los dibujantes de cómic que todavía viven o ejercen, porque si incluimos también al resto, entonces no acabaríamos nunca: Giraud, Franquin, Jijé, Morris, Azpiri, Uderzo…
Juanjo Guarnido, el sorprendente y premiado dibujante granadino de “Blacksad,”, que firma la parte gráfica de “El Buscón en las Indias”, es uno de esos mil más. Bueno, en realidad, siendo justos, deberíamos ponerlo entre los cien primeros de esos mil; o quizás entre los diez… Junto al guionista de la exitosa “De Capa y Colmillo”, Alain Ayroles, han realizado lo que sin duda es una “obra de arte”, por un lado, y “una obra maestra” del cómic, por otro: “El Buscón en las Indias”.
El 4 de diciembre de 2019 fui a la FNAC de Callao, en Madrid, a la presentación que estos dos autores hicieron del libro. La charla fue muy interesante y, por supuesto, se habló de Quevedo, de su inmortal obra “El Buscón” (1626) y de cómo el caballero de la orden de Santiago indicó al final del relato que su protagonista se embarcaría hacia las Indias. Quevedo, tras el éxito cosechado por su obra, cual si fuera uno de los autores que pueblan nuestras librerías actuales, vio el negocio y prometió escribir una segunda parte de las andanzas del pícaro don Pablos de Segovia; pero lo cierto es que nunca lo hizo. No creo que se hubiera podido llenar mejor este hueco. Me gusta pensar que don Francisco, coetáneo de Velázquez y conocedor de su arte, habría quedado gratamente impresionado con este trabajo.
En la charla también se comentaron muchos aspectos que me dieron la medida del enorme trabajo que ha supuesto hacer esta obra y la seriedad (o respeto) con la que se ha llevado a cabo. Intentaré resumir algunos de ellos a continuación:
· Alain Ayroles pensó primero en llevar a la Indias a don Quijote, pero Guarnido se negó porque Cervantes mató a su personaje para que nadie continuara sus aventuras. «¿Quién somos nosotros para contravenir al mayor genio de la literatura? —se disculpó, más o menos, el genial dibujante—. Entonces me acordé de Pablicos, el protagonista de “El Buscón”, que no deja de ser otra obra inmortal del Siglo de Oro.»
· Cada personaje está estudiado al milímetro, empezando por el propio Buscón que, a pesar de ser un sinvergüenza, nos termina por caer simpático con su cara de pillo. Luego están los secundarios, que son decenas. Aquí, Guarnido se ha permitido la licencia (más bien homenaje) de caricaturizar a lo más clásico de nuestro cine, aunque, como él mismo reconoce, no es un buen caricaturista. Efectivamente, las páginas de este cómic están salpicadas por actores como Fernando Fernán Gómez, José Sacristán, Rafael Alonso, José Sazatornil “Saza”, Paco Rabal, etcétera. El autor nos invita a buscarlos como parte de la diversión de leer el libro. Reconozco que en los casos de Alfredo Landa y Antonio Garisa, la caricatura es magistral. Los otros cuesta más reconocerlos. Pero aplaudo la iniciativa, teniendo en cuenta que no deja de ser un cómic pagado por un editor francés.
· La traducción al castellano está a cargo del propio Guarnido, que se ha documentado para la ocasión, ya que no cuenta con los conocimientos sobre francés antiguo que tiene Ayroles. Estoy seguro de que es una traducción muy fiel.
· Los dos creadores se han documentado muchísimo. No sólo leyendo “El Buscón”, al que se hace referencia con algún flashback, sino incluso viajando al Perú en busca de las localizaciones (las sensaciones, más bien) que produce en las personas la grandiosidad de la selva amazónica… para después, con esa información de primera mano, intentar trasladarlo todo a las viñetas.
· Se ha usado una elaboradísima técnica nueva para realizar cada plancha, sin usar la tradicional tinta china. Cuando explica Guarnido cada uno de los pasos hasta la versión final de cada página, parece casi tan complicado como la realización de una obra de artesanía de esas que resaltan su valor con la frase “hecha a mano”. Sin duda, el resultado es asombroso.
· Me gusta que la obra, a pesar de su tamaño, esté publicada en un solo volumen, evitando así la molestia de tener que esperar varios años para poder leer la obra completa, sin saber nunca si por decisión editorial (por ventas bajas, dicho a las claras) quizás no lleguen a editarse los últimos volúmenes de la historia. En este caso, la obra completa se ha tardado en terminar 10 años, según confiesan los autores, así que echen cuentas si se hubiera editado por partes lo que habríamos tardado en completarla.
Terminada la charla, vinieron las firmas y dedicatorias. Después de esperar una buena cola, el maestro Guarnido me dedicó el libro haciendo uno de sus dibujos en minuto y medio. Por supuesto, lo guardo como un tesoro. Salvando las distancias, igual que si tuviera en mi biblioteca un dibujo a mano alzada de Monet o de El Bosco. Si os asomáis a las páginas de esta segunda parte de “El buscón”, veréis que no exagero.
Para terminar no me resisto a poner aquí el título de la tercera parte del cómic: “Que trata sobre aquello que verá quien lea las palabras y mire las imágenes”. ¿No os suena de nada? Yo, en cuanto lo leí, recordé uno de los títulos de un capítulo de “Don Quijote de la Mancha”. En su día, me hizo mucha gracia, porque, en esencia, es como este otro: titula algo sin decir absolutamente nada; y se queda tan ancho. Me refiero al capítulo IX de la segunda parte de esta obra maestra (otra, ésta sin ningún tipo de controversia) de Miguel de Cervantes. Dice así: “Donde se cuenta lo que en él se verá.”
Pues eso, quien no “intitula” algo es porque no quiere.
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