Momentazos de El Capitán Trueno 11

Mario Garrido Espinosa.
10 may
2 Min. de lectura

Actualizado: hace 6 días

Leyendo los Clásicos me encuentro con estas viñetas del Capitán Trueno donde podemos comprobar cuánta riqueza de vocabulario hemos perdido a la hora de insultar si nos comparamos con el medievo. «¡Insolente mentecato!», brama el malo del episodio. «¡Villano malandrín!», responde de forma harto hiriente Crispín, que ha de sustituir a su capitán ya que anda indispuesto. Pues ahora, ocho siglos después, no seríamos tan floridos y cultos a la hora de ofender. En realidad, usamos cuatro tacos, que no diré aquí por mantener cierto grado de elegancia, pero que todos sabemos cuales son: que si hijo de una mujer de oficio muy antiguo (el más antiguo asegura la leyenda), que si un señor que se apellida Gil y a quien acompañan dos mozas, lo de la cabra pero en superlativo... en fin, ya saben. Y no salimos de ahí. Imagínense un político que es corrupto, ladrón y embustero... Bueno, quiero decir, un político cualquiera pero que, además, es bajito y poquita cosa como Crispín. Un buen día le pillan entrando al congreso de los diputados; entonces, las masas allí presentes le insultarían con justa rabia y razón con el siguiente improperio: «¡Menguado traidor!»; pues no... Le dirían lo del hijo de... etcétera. Una pena; pero también es verdad que con el poco vocabulario que usa el ciudadano medio, que ni lee ni se acerca a un libro ni por equivocación, como nos salgamos de los cuatro tacos básicos, igual el otro no se entera de que le estamos insultando. Insisto: ¡Qué pena!

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