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Foto del escritorMario Garrido Espinosa

Nota de Campo: El espíritu de la montaña

Actualizado: 23 ago 2021


Cuenta una antigua leyenda que el espíritu de la montaña bajó en forma de cacique celta al Castro de Cantastur. Se había enamorado de Aine, la del largo cabello de hada. Tras un breve cortejo se casaron. Con los años tuvieron hijos fuertes y nobles y la comunidad floreció bajo el mandato del nuevo caudillo. Un día Aine falleció y el espíritu volvió a su montaña.

Pasaron los siglos y el espíritu de la montaña bajó en forma de tribuno de la plebe a la ciudad romana de Cantasturus Augusta. Se había enamorado de Julia Ainus, la del delgado torso de hada. Tras un breve cortejo se casaron. Con los años tuvieron hijos fuertes y nobles y la ciudad floreció bajo el mandato del nuevo tribunus plebis. Un día Julia falleció y el espíritu volvió a su montaña.

Pasaron los siglos y el espíritu de la montaña bajó en forma de señor feudal al burgo de Cantastussona. Se había enamorado de Aldara, la de las torneadas piernas de hada. Tras un breve cortejo se casaron. Con los años tuvieron hijos fuertes y nobles y la villa floreció bajo el mandato del nuevo señor del lugar. Un día Aldara falleció y el espíritu volvió a su montaña.

Pasaron los siglos y el espíritu de la montaña bajó en forma de rico dueño de una constructora inmobiliaria a la ciudad turística de Cantasturticia del Mar. Se había enamorado de Eufrasia, la de las carnes prietas y fama de libertina, por no decir de puta. Tras un breve cortejo que consistió en amenazar de muerte a un par de proxenetas para que la dejaran libre, se casaron. Con los años tuvieron hijos tan mafiosos, violentos y corruptos como el padre y la ciudad aumentó de manera desordenada cubriendo toda la montaña de chalets adosados, tendidos de la luz, calles y avenidas, hoteles de más de veinte pisos, centros comerciales mastodónticos, piscinas y campos de golf. Un día Eufrasia falleció y el espíritu... Esto... A ver cómo se lo explico: llegados a este punto pues ni antigua leyenda, ni montaña, ni hadas, ni espíritu de la montaña ni leches.


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