Tortilla con o sin cebolla

Una de las grandes polémicas de los últimos siglos es si la tortilla de patatas ha de llevar cebolla o no. Yo soy uno de los firmes defensores de la segunda opción, lo que seguramente me creará ahora mismo aviesos enemigos; aunque también, espero, poderosos aliados.

  —De aperitivo pueden tomar un pincho de tortilla o una de torreznos —nos ofrece, por ejemplo, un camarero típico de un bar costumbrista.

—La tortilla, ¿lleva cebollita? —tengo a bien preguntar en estos casos, aflautando la voz, simulando la esperanza de una expresión afirmativa.

—Por supuesto, señor —suelen responderme, como si tal sacrilegio, tal aberración, fuera algo evidente.

—Entonces —replico endureciendo el gesto, implacable, ofendido, incomodado en lo más profundo de mi ser—, para mí torreznos.

—Pues no poner cebolla en la tortilla de patatas es como no echar arroz a la paella —quizás me diga, una vez se ha marchado el camarero, alguien sentado a la mesa, guasón o malicioso. Buscando, en cualquier caso, la polémica tradicional sobre este tema.

—Más bien echar cebolla a la tortilla es como echar cebolla al chocolate con churros —contrataco retador. El otro suele recular al atisbar mi tono pendenciero. Además, es sabido que si es necesario, y este caso lo es sin duda, me puedo pasar todo el día haciendo símiles. Por tanto, fin de la conversación tortillera.

Y es que hay que mostrarse inflexible ante este atropello culinario contra uno de los platos más deliciosos de nuestra rica gastronomía. Su nombre bien lo indica: “tortilla de patatas”. Nada de “tortilla de cebollas con patatas”, ni “tortilla de patatas encebolladas”, ni “batiburrillo de huevos, patatas y cebolla” u otras expresiones que ya suenan mal en su vertiente fonética y hacen que se nos cierre el estómago y la razón.

Así que aquí dejo mi testimonio sobre este polémico tema y no se me enfaden los productores de cebollas, que otros usos tiene la allium cepa que la hacen digna y necesaria; pero la tortilla no es el caso, insisto.

Otro día hablaremos de si es oportuno echar morcilla a los guisos de legumbres, esa morcilla que se terminará rompiendo y fagocitará con la negrura, nunca mejor dicho, de su fuerte sabor cualquier otro gusto que intentaran dar el resto de ingredientes; aunque bien mirado quizás no lo haga, no sea que los pocos lectores que me quedan después de este alegato me repudien definitivamente.

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