Una de los grandes campos de estudio cotidiano del ser humano es el relacionado con los pesos y medidas. En concreto el que atañe a la variación de kilos y gramos (y miligramos) que va experimentando nuestro cuerpo. Las básculas de baño que suelen andar por casa tienen la exactitud propia de las predicciones metereológicas para dentro de doce días. La medida que registran depende de mil variables: las irregularidades del suelo, dónde pongamos los pies, las fases lunares, qué sé yo... Aún así, nos pesamos de vez en cuando con la esperanza de que ese diabólico aparato nos dé una alegría, aunque sea mentira. Somos así, también nos creemos la hora prevista de paso de los autobuses que nos dicen las marquesinas o el peso de las manzanas que nos asegura un tendero en un mercadillo, usando una arcaica romana que el hombre maneja a la velocidad del rayo. ¿Somos ingenuos? No, simplemente necesitamos referencias a las que agarrarnos para creer que controlamos algo en nuestras vidas, ya sea el peso, el tiempo o la distancia. Con todo, estas "mentiras" son piadosas, inofensivas... hasta simpáticas. Pero hay otras que también nos creemos y que nuestros políticos nos dicen de vez en cuando para mantenernos tranquilos y confiados. Igual que la báscula de nuestro baño, nos mienten. El peso nos quita un kilo que nos sobra; el político nos quita una reforma laboral que nos empobrece. Los dos mienten. Pero como digo, la primera es una trola que tiene su gracia; pero la segunda, maldita la gracia que tiene. Para saber más del arriba firmante : https://www.amazon.es/Mario-Garrido-Espinosa/e/B01IPCIRI6 #MisNotasdeCampo
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