Hoy hablaremos de la belleza femenina y/o de la forma de pensar de las mismas (de las féminas, se entiende). Terreno peligroso donde los haya en estos tiempos de feminazismos y malas interpretaciones y descrédito de la tradicional cortesía masculina: ya saben, eso de abrir la puerta, dejar pasar, etc. Resulta que cuando me apetece y lo veo obvio, le “espeto” a mi pareja, por ejemplo, un merecido «¡Qué guapa estás hoy!»; o el no menos exacto «¡Hala, qué guapa!» Estos comentarios milimétricos y objetivos son siempre bien recibidos e, interpretados como deben, pueden alegrar la mañana o la tarde. Pero hete aquí que el otro día el “espetado” fui yo: —Pues en vez de tanto qué guapa, qué guapa… algún día podías decirme qué buenas ideas tengo. Vamos, digo yo… Y claro, el hombre corriente (como yo) se queda un tanto carirredondo ante la situación. Incapaz de procesar el comentario. Pero pensándolo bien podemos aventurar una explicación a este caso: mi pareja es víctima de ese tópico tan arraigado que dice que la mujer guapa es igual a mujer tonta (y si es rubia, con mayor motivo). Nada más falso, y los ejemplos que podemos dar llenarían miles de teras de datos, gigabyte arriba o abajo. Sea como fuere, al final voy a optar por cambiar mis espontáneos y poco elaborados piropos por algo del siguiente estilo: «¡Hala, qué llena de buenas e inteligentes ideas estás hoy!», que aunque suene raro, no deja de ser una forma de alabar la belleza ajena… o eso creo. Foto: detalle de una viñeta de "Zaroff", de Miville y Deschenes Runberg. Para saber más del arriba firmante : https://www.amazon.es/Mario-Garrido-Espinosa/e/B01IPCIRI6 Y si te ha sabido a poco #MisNotasdeCampo
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