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Un cuento de hadas sobre la Edad de jubilación

  • Foto del escritor: Mario Garrido Espinosa
    Mario Garrido Espinosa
  • 11 jun 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 26 may

viñeta de "Los viejos hornos 5, camino del asilo", de Lupano y Cauuet .
Viñeta de "Los viejos hornos 5, camino del asilo", de Lupano y Cauuet .

A veces hay que privarse de algo irrenunciable (derechos duramente conseguidos, por ejemplo) por circunstancias especiales o de alarma general. Cuando esas circunstancias se mitigan o cambian, lo lógico es volver al estado inicial "irrenunciable". Si no se enteran de lo que digo, no se preocupen, que se lo explico con una bonita fábula. La llamaremos “Lo quitado es para siempre, como los diamantes”.

Érase un Reino de cuento cuyo gobierno decidió empeorar el muy mejorable estado de bienestar de sus ciudadanos. ¿Cómo? ¡Subiendo la edad de jubilación dos años! ”«Es que ahora —intentaba justificar un ministro del interior lo injustificable— "la esperanza de vida" ha subido un montón. Nuestros mayores cada vez son más longevos y cada vez hay más pensionistas. Debemos trabajar más años para poder mantener el sistema de pensiones… Y no importa que así lo hagamos, ya que como ahora vivimos muchos más años y con mejor salud, disfrutaremos más y mejor de nuestra bien merecida jubilación.» Y se puso en marcha aquel atropello contra los derechos de los pobres abuelos futuros, esto es, de todos los ciudadanos que no estuvieran jubilados en ese momento. Pasaron largos años y los gobiernos cambiaron. Gobernaron de izquierdas y de derechas; y también, en parte, de extrema izquierda (la extrema derecha, de haber gobernado, en este apartado habría actuado igual que el resto), pero aquel dislate se mantuvo e, incluso, se asumió de manera perruna. Entonces el Reino se vio asolado por una gran desgracia: una pandemia que diezmó a la población en general pero que, sobre todo, se ensañó ferozmente con la tercera edad. Así, por un periodo de más de un año (mientras se descubría una vacuna contra el virus), de manera a veces incontrolada, descendió el índice de esperanza de vida de los ciudadanos del Reino, especialmente en el caso de los pensionistas, los cuales, tristemente, fallecían por miles. Por tanto, el pago de pensiones se vio, de repente, aliviado de manera casi mágica, entrando en superávit y recordando tiempos mejores donde este apartado se gestionaba de manera correcta y donde la hucha de las pensiones del Reino solo se usaba para pagar pensiones y no para cualquier otra cosa. Entonces, el ministro de interior de turno, ecuánime, en vista de los números actuales, consciente del cambio de situación, como algo que fuera del todo natural, restauró la edad de jubilación a la original de hacía décadas, bajándola dos años y mejorando así la calidad de vida de los ciudadanos del Reino. Y colorín, colorado...

A que es bonito el cuento... De hadas, vamos.


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