El color del pelo
- Mario Garrido Espinosa
- 13 jun 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 26 may

—El color de mi pelo, ¿es cómo el de esta chica? —me pregunta mi pareja a veces, buscando la excelencia después de teñirse el pelo por enésima vez en el trimestre. A veces me muestra una foto de una revista o contenido de Internet y otras, lo que es peor, señala disimuladamente a una interfecta por la calle o el metro.
—Pues… —dilato yo mi respuesta, ya que la moza de la comparación casi nunca es fea y mis ojos, traidores, no se decantan por los colores si no por las formas.
—¿Es más claro o más oscuro?
—Eh… Más claro —termino por afirmar, sin saber si realmente existe esa microdiferencia de coloración.
Me pregunto qué porcentaje de mujeres saben el color real de su pelo. El que tenían antes de teñirse por primera vez o el que tendrían ahora con los cambios de color que experimenta el cabello con los años. Quizás ese color natural es el más apropiado para su fisonomía, el que mejor haría resaltar la belleza de su rostro, pues no nos olvidemos que la Naturaleza es sabia y su negociado es precisamente este. De cualquier modo, al hombre medio le daría igual conocer la tonalidad original del pelo, por ejemplo, de su contraria, ya que, siendo como es un ser básico, solo es capaz de distinguir entre el rubio, el moreno, el pelirrojo y el castaño, color éste último que incluye toda la casi infinita paleta de colores resultante de quitar todos aquellos colores que no se puedan identificar con claridad meridiana de los tres primeros. Dicho de otro modo: que no sabes qué color de pelo es; que estás casi seguro de que no es rubio, ni moreno, ni pelirrojo… pues entonces es castaño.
A veces, las preguntas de belleza capilar son más audaces, necesitadas de un poder de abstracción propio de un estudioso del Cosmos o de la esencia infinitesimal de las moléculas invisibles. Veamos:
—Y, ¿Qué tal me quedaría este peinado a mí? Me haría más juvenil, ¿verdad? —insiste mi pareja en ponerme en un compromiso, tirando de la misma maldita revista, miserable contenido de internet o mujer que, por casualidad, se nos cruza en nuestro camino.
—Pues…
—Yo creo que me quedaría muy bien. A que sí…
¡Cuidado! Si al final decide peinarse de esa manera e ir a una peluquería a que se lo hagan y luego no le sienta bien, tendrás parte de culpa por darle la razón. Ojo, que si dices lo contrario, que no le favorecería, que mejor se quede como está, que así está muy guapa, etcétera… entonces corres el riesgo de ser tildado de amargado y corta rollos. Así que, el hombre medio del que hablábamos antes, en estos casos, ha de tirar de los pocos recursos que tiene y encomendarse a lo más sagrado. Tirar del comodín y que Dios reparta suerte. Por ejemplo, así:
—Eh… ¿“Castaño” te vale como respuesta?
Acabas de leer un fragmento del libro "Notas de Campo". Si quieres saber más sobre este libro, pulsa aquí.
Para saber más del arriba firmante :
Y si te ha sabido a poco #MisNotasdeCampo
Otros enlaces que te pueden interesar:
Más artículos como este --> pincha aquí.
Libros de Mario Garrido --> pincha aquí.
Libros en amazon --> pincha aquí.
Reportajes sobre el autor:
Xataka --> Pincha aquí
El Confidencial --> Pincha aquí
Commenti