—El color de mi pelo, ¿es como el de la chica de la foto? —me pregunta mi pareja a veces, mostrándome una revista o contenido de Internet, buscando la excelencia después de teñirse el pelo por enésima vez en el trimestre.
—Pues…
—¿Es más claro o más oscuro?
—Eh… Más claro —termino por afirmar, sin saber si realmente existe esa microdiferencia de coloración.
Me pregunto qué porcentaje de mujeres saben el color real de su pelo. Por otro lado, al hombre medio le daría igual este dato, ya que, siendo como es un ser básico, sólo es capaz de distinguir entre el rubio, el moreno, el pelirrojo y el castaño, color éste que incluye toda la paleta existente que no se pueda identificar con los tres primeros. Dicho de otro modo: que no sabes qué color de pelo es… pues entonces es “castaño”.
A veces, las preguntas de belleza capilar son más audaces, necesitadas de un poder de abstracción propio de un estudioso del Cosmos o de la esencia de las moléculas invisibles. Veamos:
—Y, ¿Qué tal me quedaría este peinado a mí? Me haría más juvenil, ¿verdad? —insiste mi pareja en ponerme en un compromiso, tirando de la misma maldita revista o miserable contenido de internet.
—Pues…
—Yo creo que me quedaría muy bien. A que sí…
¡Cuidado! Si al final decide peinarse así y luego no le favorece tendrás parte de culpa por darle la razón. Ojo, que si dices lo contrario puedes ser tildado de amargado y corta rollos. Así que, el hombre medio del que hablábamos antes ha de tirar de los pocos recursos que tiene y encomendarse a lo más sagrado.
—Eh… ¿“Castaño” te vale como respuesta?
Para saber más del arriba firmante :
Y si te ha sabido a poco #MisNotasdeCampo
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