El pobre Carlos II fue un Rey de España que padeció todo tipo de enfermedades físicas y mentales. Además, a causa de tener eyaculación precoz y un solo testículo atrofiado no dejó descendencia, lo que derivó en la Guerra de Sucesión y la llegada de los Borbones a nuestra realeza. De nada sirvió los píos remedios de la época basados en ingestas de agua bendita mezclada con tierra santa o huesos de santo. Como tan infalibles soluciones divinas no parecían hacer efecto a corto plazo (a largo seguro que sí; no se puede nunca dudar de lo que nos recomienda nuestra Santa Madre Iglesia, y mucho menos en épocas de Inquisiciones) se optó por algo más mundano. En primer lugar se envenenó a la primera esposa del Rey, María Luisa de Orleans, por aquello de quitarla de en medio y tratar de sustituirla por alguien que pusiera más de su parte en el asunto de la descendencia. Así, en segundo lugar, se casó a Carlitos con Mariana de Neoburgo, mujer de probada fertilidad tras alumbrar 23 hijos. Pues ni por esas hubo manera. Relato este pequeño episodio histórico para traer a colación ese dicho que dice que “lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible”. Esto es lo que le pasa a los hombres con la tapa del inodoro… que no la bajamos nunca. Será cosa de que estamos hechizados, como decían que estaba el Rey del ejemplo; o, tal vez, es que sufrimos de alguna atrofia congénita o que nos saltamos la provechosa ingesta (un sorbito después de cada comida) de agua bendita macerada en Lignum Crucis una semana. No lo sé, pero ya saben: “lo que no puede ser, no puede ser…” Para saber más del arriba firmante : https://www.amazon.es/Mario-Garrido-Espinosa/e/B01IPCIRI6 #MisNotasdeCampo
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