Pranayana
- Mario Garrido Espinosa
- 11 jun 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 26 may

El practicante de Yoga habitual sabe que un Pranayana es una técnica de respiración milenaria que va muy bien para relajarse, entrar en conjunción con el Cosmos y, en definitiva, sentirse francamente bien. Si no creen en estas cosas o ignoran todo sobre el tema, aflojen su intelecto decimonónico por unos minutos y prueben a ver. Primero pónganse el chándal que se compraron para hacer deporte pero que, en realidad, utilizan para hacer otra cosa; “hacer el vago”, en concreto. Si no tienen esta equipación nos vale cualquier cosa que considere como ropa cómoda; nos referimos a aquella que no nos aprieta ninguna parte de nuestra amada anatomía. Luego se sientan como lo haría un Buda de esos regordetes y con cara afable, doblando piernas pero sin hacernos daño que al ser neófitos del yoga, la flexibilidad no es lo nuestro. Pongan una mano en cada rodilla, relájense y cierren los ojitos como haría un bebé feliz. Y ahora experimenten su primer pranayana: Respiren tres segundos, mantengan el aire cuatro, exhalen diez y aguanten la respiración otros seis. Una vez acabado el ciclo, vuelvan a repetir una y otra vez, cogiendo ritmo, concentrados en contar segundos… Al final, si se aficionan, ya no contarán ni los segundos; tal será el control (cósmico o no) que tendrán. Y, si se dejan llevar, sentirán una paz muy placentera. Además, al parecer, estos ejercicios respiratorios no solo son buenos para la mente sino que también lo son para el cuerpo. Si en este punto del relato andan un poco mosqueados, no se asusten: esto no es publicidad de un local de yoga donde se dan clases a precios prohibitivos; tampoco es un adelanto de un manual de esta disciplina que pretenda venderles, ni un servidor es profesor de estas técnicas hindúes (curiosillo del tema, nada más), pero a veces pienso en lo beneficioso que sería que estas artes orientales se incorporaran, como costumbre, a nuestra frenética vida llena de prisas, ansiedades y tristezas. Yo las pondría como asignatura en el colegio, como la muy necesaria educación física (en esta época de obesidades varias), ya que soy de los que piensan que no solo de ciencias y letras ha de nutrirse un ser humano. Imagínense: todas las semanas en el cole un par de horas de Yoga. La primera clase de los lunes y la última de los viernes, por ejemplo. Los niños serían flexibles y sanos tanto de mente como de cuerpo y canalizarían hacia el exterior de su organismo sus infantiles preocupaciones (que no por ser “infantiles” lo son menos) y, de paso, la ingesta de chucherías y hamburguesas de cadena de restaurantes de comida rápida. Y, ¿qué asignatura podríamos quitar o reducir para no descabalar el exigente plan de estudios de nuestros infantes? ¿Matemáticas? ¿Lengua y literatura? ¿Geografía e historia? ¿Dibujo? ¿Ciencias naturales? Por supuesto que no. Ninguna de ellas. La elección, en realidad, es muy fácil: “Religión”; aunque permítanme que de adoctrinamientos y anticlericalismos hablaremos otro día; hoy no, que se me va la “paz interior” esa…
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